Salvajemente Auténtica

Salvajemente Auténtica

De vuelta al cuerpo y

Feminista, artista y emprendedora.

Fotógrafa & Mentora

No, no sé ser tan sólo una cosa. Y ya no me peleo con ello. Durante años conviví con una batalla interna infinita en la que estaba decidida a segmentar todo mi Ser. Dividir mis talentos y tomar la decisión de usar tan solo uno.

¿A caso no es eso a lo que nos enseñan?

A decidir, a renunciar o a dejar a un lado una parte de nosotras porque “no se puede ser todo”, “no se puede tener todo”.

Me costó mucho dolor, terapia, mentorias y un rebranding entender que lo soy todo. Lo somos todo, todo el tiempo. Para nada eso quiere decir que todo sea de único uso para la productividad. Me refiero a entender que cada arista de nuestro ser complementa el resto y eso precisamente es lo que nos hace únicas y Salvajemente Auténticas.

En un mundo en el que parece que debes vivir a base de etiquetas y segmentos, en el que no puedes virar de rumbo y que ante todo no debes molestar, decidí vivir desde otro lugar.

¿Y si cambiamos la O por la Y?

¿Y si en vez de ser

esto O esto, somos esto Y esto?

¿Y si abrazamos un empoderamiento radical en el que ser auténticas se convierta en normalidad?

MANIFESTO

Nada de lo que hacemos importa.

Tampoco nada de lo tenemos.

Menos aún ninguna de las etiquetas con las que nos presentamos.

Lo único que importa es quiénes somos y lograr crear una Vida que celebre ese Ser es para mí la verdadera tarea.

Vivimos con una prisa incesante y un hambre voraz, no de crear ni de explorar o disfrutar, sino de producir. Respiramos sintiendo que el aire se termina y pensando que la única forma de seguir viviendo es comprándolo. Tenemos trabajos que no nos gustan, en ambientes que nos hacen daño y dejamos los talentos, tildados de sueños imposibles, guardados en un cajón porque era demasiado arriesgado.

Nos topamos cada día con un reflejo que preferimos no mirar y que cuando lo hacemos, no lo vemos porque todo de lo que somos capaces es de radiografiar cada rincón que cambiaríamos. Desconectamos de la única base de Vida que tenemos y cada día es una nueva batalla en la búsqueda del cuerpo perfecto.

Minimizamos nuestro poder y ni siquiera nombramos nuestros talentos. Tomamos decisiones desde la rabia y el dolor o desde el miedo y la complacencia. Somos las últimas de la fila en nuestra propia vida.

Y la vida se queda al otro lado, esperando ser tomada, esperando ser Vivida.

Y quizá el único propósito que debería importarnos es precisamente ese: Vivir.

Y quizá la mejor manera de hacer honor a ese propósito es creando la Vida que deseamos, sabiendo que todo empieza celebrando lo que nos hace únicas.

Deseo un mundo lleno de personas que reconozcan sus dones y talentos y los expresen con orgullo. Personas que lleven a cabo sus ideas y tracen un camino alineado con ellas mismas. Deseo escaparates de cuerpos diversos y el fin de una lucha contra nuestro hábitat. Deseo palabras de aliento para cada cuerpo separado de su corazón. Deseo que ser una misma sea seguro y digno de celebración.

Nos deseo Salvajemente Auténticas y libres.

— Ariadna Carrascull

Deja que te cuente un poco más,

La cámara es mi objeto de poder, la que me permite capturar la intimidad y la realidad sin filtros de las personas que confían en mi arte.

En tiempos de postureo e influencers, la dosis de realidad para desaprender y deshacernos de los cánones impuestos es vital para crear espacios seguros, libres de juicios y con respeto, empezando por nuestro cuerpo.

Acompaño a las personas con mi objetivo para que reconozcan su imagen, del mismo modo que lo hago conmigo.

A través de la poesía desgrano todo lo que conozco, siento y vivo, compartiéndolo en redes para que otres se puedan encontrar(se) o perder(se) entre mis versos. Sacar Hábitat a la luz fue el broche de oro a todo lo escrito en los últimos años.

Nubedecarbón fue mi álter ego, el sobrenombre que me acompañó durante 10 años y del que me despedí para poder ser YO al completo.

Por si eso no fuera poco, mientras todos siempre me han conocido como la fotógrafa, la artista o la escritora, en el backstage estaba al mando la emprendedora.

Durante 5 años llevé más de 30 perfiles en redes sociales, acompañé en equipos de comunicación e hice todo un recorrido de Community Manager hasta Project Manager.

Mientras disfrutaba aprendiendo, generando estrategias y acompañando a marcas que nacían, se expandían y llegaban al éxito, me di cuenta que era precisamente lo que no hacía con mi negocio.

¿Cómo era ese refrán? Exacto.

Y como muchas cosas en mi vida y muchos servicios en mi negocio, todo nació de ti. Acompañamientos putuales que pasaron a ser masterclass. Masterclass que se convirtieron en sesiones regulares de estrategia y comunicación.

Sesiones que conformaron mi primer programa de mentorías y hasta aquí, con 3 programas creados y más de 100 emprendimientos acompañados en tres años.

Sí, puede parecer poco, pero para mí es una pasada.

Etiquetarme como mentora no fue fácil y precisamente porque me reta y me activa sigo aprendiendo y con la mente abierta.

Desgraciadamente, del mismo modo que con el cuerpo, en el emprendimiento he visto demasiadas veces la búsqueda incansable de un modelo de negocio utópico. Inversiones estratosféricas en programas con promesas inasequibles. Mucho talento desperdiciado por no saber ordenarlo y por no tener la confianza de llevarlo a cabo. Demasiadas horas ante una pantalla y nada de disfrute.

Y puestas a emprender, ¿qué tal si lo disfrutamos?

Es por eso que ya hace tiempo solo mentorizo a personas que quieren dejar de trabajar para empezar a TRAGOZAR.

 

Todas tenemos una historia

Podría decir que la mía empieza con un “siempre supe que quería pasar mi vida cámara en mano”, pero sería mentira. No fui una de esas personas que tienen claro lo que quieren hacer y el cómo. O mejor dicho, sí, pero era muy diferente a esto.
Durante años tuve la fijación clara de que lo que haría sería estudiar psicología, hacer el máster y dedicarme en una clínica a acompañar los procesos de otras personas. Y como todo en la vida, las cosas se mueven y colocan como deben, no como teníamos planeado.

Con 17 años y después de unas cuantas pérdidas a mis espaldas, sin saber por qué (aún), decidí estudiar audiovisuales. Sin dudarlo me zambullí en una carrera de 4 años que, te prometo, me enseñó muchísimo, principalmente que lo que quería hacer no era nada de lo aprendido ahí. Y mientras indagaba en mi proceso personal, retomé la cámara. De acuerdo, es cierto, en casa siempre había cámaras grabando y fotografiando pero, de ahí a hacerlo mi profesión o tragozo como a mí me gusta llamarlo… anda más lejos de la realidad para mí, en ese momento.

El autorretrato me salvó. Literalmente. De un pozo lleno de combustible que se llama falta de amor propio, creencias limitantes y duelos no cerrados. Todo con el lazo de un cuerpo inadecuado en una sociedad juiciosa hizo que, sin yo saberlo, emprendiera un viaje sin retorno al encuentro de mi esencia y mi cuerpo.

 
 
 

De eso han pasado más de 10 años y sigo autorretratándome. Encontrándome en reflejos que, ahora, son amables para mí. Formándome gracias a otras profesionales de la salud para acompañar y brindar un espacio de calma y seguridad a otras mujeres que deciden abrazar su cuerpo.

Sigo aprendiendo cámara en mano a construir y generar caminos para mí como empresaria y para otras que emprenden. Uno de mis grandes temores era emprender, y como todo en la vida, si lo temes lo encuentras. Y ahí descubrí que mi miedo no era emprender, ni siquiera el saber si iba a saberlo gestionar, mi miedo era crear una vida diferente y mucho más libre a la que había aprendido.

Mi compromiso conmigo es férreo. Siempre estoy aprendiendo, formándome y abriendo espacio dentro de mí porque, cuánto más aprendo y evoluciono, cuanto más me doy y me permito soltar, confiar y desprenderme de máscaras y  personajes aprendidos, mejor puedo darte la mano.

Si has llegado hasta aquí, gracias por leerme.

Si has llegado hasta aquí, permíteme que te acompañe un poco más.

Si has llegado hasta aquí, te prometo que lo estás haciendo lo mejor que puedes y sabes.

 
 
 

Cuando empiezas a crearte, empiezas a quererte,

y entonces inevitablemente terminas habitándote.

 
 

Descubre y conecta con tu HÁBITAT

¿Alguna vez has sentido rechazo al ver tu cuerpo? ¿Has evitado tu propio reflejo? ¿Has querido desaparecer de esa fotografía que te muestra un cuerpo en el que no te reconoces?

Los cuerpos son objeto de dolor y a través de ellos también podemos encontrar amor, gozo y celebración. Aprendemos desde pequeñxs a menospreciar nuestra forma y de adultxs nuestra autoestima queda en un recodo lejano al cual ni siquiera sabemos acceder.

¿Y si pudieras reescribirte para entenderte? ¿Y si en los versos encontraras la forma de recoser tus heridas? ¿Qué pasaría si ante el reflejo de tu imagen descubrieras más amor que miedo?

Este es el abrazo en forma de libro que recoge el recorrido corporal y emocional de quien no se reconoce. Y quizá quien lo lea sienta ese abrazo hacia el cuerpo que habita.

«Las mujeres tenemos tres vidas: la que nos dan cuando nacemos, la que nos imponen cuando crecemos, y por la que luchamos cuando despertamos. Ariadna en su relato las contempla, las vive y las abraza todas.»

Del prólogo, Eugenia Tenenbaum