Existen resistencias, incomodidad, vergüenza y la más grande de todo: vulnerabilidad. Al ser fotografiadas sentimos que perdemos el control pues es el otro el que sabe qué está mirando y sobretodo cómo lo mira.

No se trata siempre de grandes cámaras o de formas de editar sino de conectar con la persona que hay al otro lado y hacerle saber que está bien ser vista.

Si con algo hemos crecido todas es con la sensación de nunca ser suficientes para el mundo y, nuestro cuerpo no ha sido menos en esta ecuación. Conozco muy pocas mujeres que disfruten de mirarse y de ser vistas, de colocarse al frente de su imagen o de su marca y no sentir rechazo o ganas de girar la mirada.

A mí me ocurría lo mismo.

Y el autorretrato fue mi propia medicina. Una herramienta de doble filo pues en ella solo puedes ver lo que Es. Nada más pero nada menos.

Y precisamente porque sé lo que se siente al estar al otro lado, así como la tristeza, el vacío y la frustración de sentir que tú y tu forma no pueden ser reconocidas y celebradas en este mundo, que creé mi propio método de Fotografía Inclusiva.

Después de más de 8 años fotografiando cuerpos puedo asegurar que la fotografía no es el problema. Tampoco la solución. La fotografia es el medio para ir desde el lugar en el que escondemos nuestro cuerpo al espacio en el que somos capaces de empezar a mirarlo y tarde o temprano así, reconocerlo.

La fotografia inclusiva es ponerse delante de un objetivo que desea que dejes de rechazar lo que ves para que empieces a incluir lo que eres.

Lo mismo ocurre con marcas.

En mi trabajo para más de 100 proyectos hasta la fecha, uno de los miedos es colocarse al frente de la propia empresa y a su vez el temor de no reflejar con honestidad sus valores. Es por eso que tragozo con las empresas afines a mi ética, dispuestas a ponerse al frente y a generar un cambio real en la sociedad. Y sí, tu marca te necesita, esconderte detrás de ella es quitarse un merecimiento que estoy convencida, te has ganado a pulso.